Datos Básicos: Aunque seguimos bajo los efectos de la pandemia de COVID19, hemos podido organizar esta ruta sin límite de participantes, porque en el destino no había restricciones. Aun así, el número de participantes fue reducido, pero entusiasta.
El inicio de la ruta era el pueblo de Casillas en la provincia de Ávila, a unos 100 km de Toledo y el destino el Cerro Escusa de 1960 m de altitud.Crónica: Una vez reunidos en el punto de partida, buscamos donde tomar café y reconfortados con el desayuno, comenzamos a andar con una temperatura fría para la época. El día es soleado, aunque sopla un ligero viento que aumentará a medida que ganemos altura.
El camino asciende zigzagueando por las calles del pueblo y una vez que lo abandonamos, ascendemos por una pista ancha y cómoda, que en apenas media hora nos permite alcanzar el Puerto de Casillas.
El viento arrecia al asomarnos al Valle de Iruelas. Hacemos una parada para reagruparnos y beber. Tomamos unas fotos y giramos hacia el oeste para tomar una pista forestal que rodea el Cerro de Pinosequillo.
Tras avanzar un par de kilómetros, llegamos a una zona quemada en anteriores incendios forestales y que ofrece un panorama desolador. Una bandada de buitres negros nos sobrevuela y hace que olvidemos la desolación que nos rodea al tiempo que llegamos al mirador del Risquillo Hambriento, donde intentamos hacer una parada para recuperar fuerzas, pero lo expuesto del mirador al viento nos lo impide. No obstante, hacemos una pausa pues la vista del Valle de Iruelas y el embalse del Burguillo al Norte y el Pozo de la Nieve y el Mirlo al Este son un reclamo para nuestras fotos.
Reemprendemos la marcha y desde el fondo del valle, escuchamos el eco reverberante de los sonidos de la berrea, que nos acompañaran durante el resto del camino al Cerro Escusa poniendo la banda sonora a nuestra ruta. Los berridos de los ciervos retumban con fuerza mientras alcanzamos una zona más abrigada del viento que nos permite detenernos a reponer fuerzas.
Tras reponer fuerzas, comenzamos una fuerte ascensión por una pista ancha, pero de firme deteriorado por el agua de las lluvias, que el terreno quemado y yermo de vegetación no puede retener. Al final de la cuesta, se inicia la senda que nos llevará a nuestro objetivo. Esta inicia un suave descenso hasta alcanzar la zona más peligrosa y técnica de la jornada: un tramo de unos 200 metros que atraviesa un canchal en la ladera norte del Canto del Berrueco, tras el que se inicia la cuesta final por la que alcanzaremos la cima.
La pendiente es fuerte, y parece no terminar nunca, pero nuestro ánimo impulsa nuestras piernas y tras un último esfuerzo alcanzamos la plataforma que sustenta el vértice geodésico del Escusa.
Subidos al geodésico, sacamos nuestra bandera y orgullosos nos hacemos la foto típica de cada ruta. Hacemos más fotos a los dos valles que domina el Escusa y volvemos sobre nuestros pasos, descendiendo parte del camino, hasta alcanzar una zona protegida del viento, donde hacemos la parada para almorzar.
Satisfechos por haber conseguido el objetivo, reponemos fuerzas y compartimos dulces, mientras fotografiamos la imponente figura del Canto del Berrueco, que se alza majestuosa frente a nosotros y que esperamos ascender en próximas rutas.
Deshacemos el camino por el canchal y alcanzamos el punto en el que la ruta se hace circular ascendiendo unos 50 metros hasta empalmar con el camino que inicia el descenso a Casillas. Al principio es por un tramo irregular con poca pendiente y después por un camino deteriorado con grandes surcos y fuerte pendiente, que desemboca en una pista que, tras pasar entre pinos imponentes, alcanza el Collado de las Vacas.
Hacemos una última pausa para echar un trago, y descendemos por el amplio camino hasta llegar al prado de la ermita de San Isidro y la zona deportiva de la Manotera, donde nos sentamos en el restaurante a tomar unas merecidas cervezas que ponen fin a nuestra ruta.