Datos Básicos: Jornada poco madrugadora, con los primeros movimientos a las 08:00 horas y finalizamos los transportes en la Pradera de Navalhorno a las 09:30 horas, en un único vehículo, toda vez que las vacaciones, fiestas locales y otras circunstancias, redujo el grupo a solo 4 socios. Después de una pequeña pausa para tomar café, iniciamos la actividad del día a las 10:15 horas y después de haber cubierto algo más de 14 kilómetros de recorrido y algo más de 590 metros de desnivel, en una ruta “Moderada”, finalizamos a las 15:50 horas.
Crónica: Desde la Pradera de Navalhorno y hasta la cima del Cerro del Moño de la Tía Andrea, tuvimos que superar 500 metros de desnivel positivo en un trayecto de unos 6 kilómetros, por lo que algunos tramos fueron de marcada pendiente, pero a ello, facilitó mucho la labor, que todo se realiza por un frondoso y espeso arbolado, en su inmensa mayoría de magníficos pinos que por su longitud, porte y rectitud, han sido muy empleados en la construcción de navíos y de edificaciones, de hecho, prácticamente en la salida, aún existe una importante serrería que continua explotando la magnífica riqueza del pinar. El pinar se ve salpicado de vez en cuando por algún magnifico ejemplar de castaño o roble y todo el trayecto, excepto los últimos 600 metros se realiza por pista o camino, siendo senda el resto hasta la cima.
En la cima del cerro, esculpida en una roca de granito y con una grabación alusiva, se encuentra la silla que Don Francisco de Asís de Borbón, esposo de la Reina Isabel II se hizo colocar, para que al igual que ya hiciese su antecesor Felipe II, poder observar la construcción del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, él pudiese observar en este caso desde el cerro, los Reales Sitios de la Granja de San Ildefonso.
Magnifico lugar y ocasión para plasmar nuestra presencia en el lugar con la ya tradicional fotografía de grupo con la bandera. Aprovechamos también para un pequeño descanso y comer algún bocado.
Dejamos el cerro y su histórica silla y después de 1,4 kilómetros, la mitad por senda y la mitad por caminos, en un tobogán de bajada y subida, abandonamos el camino, para campo a través, siguiendo una ruta previamente marcada en el GPS y huyendo de la proximidad de las abruptas Peñas Chorranca y sus peligrosos cortados, descender hasta el arroyo de igual nombre y llegar a la senda que discurre por su margen derecha, que subiendo su curso nos llevó hasta las magnificas cascadas de la Chorranca, que aún conservan buena pujanza al recoger aguas de deshielo.
Coincidimos en las cascadas con un nutrido grupo de senderistas, así es que tras las ineludibles fotografías para preservar el recuerdo, incluidas selfies en esta ocasión y algún pediluvio, continuamos el descenso por una cómoda senda, pudiendo atravesar sin mayor dificultad el arroyo y llegamos hasta la pista que nos llevó hasta la Cueva del Monje, sobre la que existen diversas leyendas sobre dicho topónimo, todas ellas relacionadas con un acuerdo con el diablo para alcanzar riquezas y placeres, seguido de un aleccionador arrepentimiento y retiro en plan eremita en dicho lugar.De nuevo en el camino y cerca de la cueva, iniciamos la subida al Cerro del Puerco donde se puede ver signos inequívocos de nuestra guerra, trincheras, puestos de tirador, ramales de comunicación, zonas fortificadas con troneras, algunos restos de refugios y habitáculos y algún puesto de mando en ruinas. En las laderas del cerro, existe escaso arbolado, pero abundantes jaras y arbustos aún de escaso porte, sin duda, la zona fue despejada para tener buena visión y campo de tiro, ya que este cerro y el Cerro de Matabueyes, fueron dos puntos defensivos importantes que cerraban la ruta del Puerto de Navacerrada a la Granja y Segovia, en lo que se llamó La Batalla de La Granja en el verano de 1937.
A la sombra de un roble y entre las piedras de una antigua fortificación, realizamos el descanso central del día y la comida, para seguidamente, campo a través inicialmente y después por senda, abandonar el cerro y dirigirnos hasta el vehículo donde llegamos felizmente a las 15:50 horas, habiendo descendido en este último tramo desde el cerro 210 metros de desnivel en un recorrido de algo más de 2,5 kilómetros.Con una agradable temperatura, en una terraza de la Pradera de Navalhorno, delante de una reparadora tortilla y unas cañas, pudimos rememorar las incidencias y anécdotas del día y empezamos a organizar las siguientes rutas, dando por concluida una estupenda jornada.