Datos Básicos: Reunión inicial a las 08:30 horas en el lugar acostumbrado de Toledo de la mayor parte del grupo, pues el resto se incorporaba directamente en el Valle de Iruelas. Aquí tuvimos las bajas que el otoño y los resfriados imponen en esta época y un cómodo viaje, no tan largo como en otras ocasiones, nos permitió concentrarnos con el resto, catorce (14) en total, para después de un reconfortante café iniciar una visita guiada a las dependencias de la Reserva Natural a las 10:00 horas.
Las actividades planeadas y desarrolladas fueron visita guiada a la Casa de la Reserva Natural del Valle de Iruelas, paseo por la llamada Senda Accesible, recorrido de la Senda Botánica y ruta circular al Cerro de las Víboras, en total unos 6 Kms. de recorrido con unos 250 metros de desnivel positivos, que nos permitió finalizar las actividades a las 15:00 horas.Crónica: Iniciamos la jornada con una visita a la Casa de la Reserva Natural, donde una monitora nos realizó una visita guiada amena y didáctica, haciéndonos pasar por las cuatro estaciones del año, resaltando sus peculiaridades en el Valle de Iruelas y dándonos a conocer su flora y fauna. Especialmente significativas, fueron sus explicaciones sobre las 100 parejas de buitres negros que anidan sobre los pinos de la Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) y pudimos admirar la imponente imagen y envergadura de una muy realista maqueta a tamaño natural de buitre negro.
La casa de la Reserva Natural, está ubicada dentro de un complejo de Turismo Rural en la zona llamada Las Cruceras, donde en su día existió una fábrica de resinas y productos derivados para el aprovechamiento de los pinos resineros abundantes en la zona y al noroeste, existe una pequeña península que se adentra en el pantano del Burguillo y que está recorrida por lo que llaman la Senda accesible, perfectamente acondicionada, nuestra segunda actividad del día y que nos permitió al recorrerla, admirar las vistas en esta ocasión sobre el pantano y los escasos veleros que navegaban.
Abandonamos ya la zona y nos dirigimos al área recreativa Siempre Verde y al amplio aparcamiento que hay justo enfrente del camping de 5 estrellas, llamado también Valle de Iruelas. Justo en la esquina sureste de la valla del camping, sale una senda que en suave descenso nos llevó hasta las inmediaciones del arroyo, que apenas llevaba agua a pesar de las pasadas lluvias y desde donde se podía apreciar la Garganta de Iruelas. Desde allí y siempre por un cómodo sendero inicialmente y después por el arcén de la carretera nos desplazamos hasta el final de la Senda Botánica.
Iniciamos la Senda Botánica por su final, ya que en su inicio empieza la senda del Cerro de las Víboras, nuestra siguiente actividad y así podíamos enlazar una con otra. La Senda Botánica, es un agradable paseo de un kilometro y menos de 100 metros de desnivel positivo, pero ya perdió en su mayor parte la utilidad para la que se concibió, toda vez que está muy deteriorada, sin mantenimiento, la senda no se sigue fácilmente y varios carteles explicativos narran un espécimen botánico que ya no está o esta caído en el suelo. Una lástima la pérdida de esa función didáctica de conocimiento del medio.
Sin transición en nuestra caminata, pasamos a la fase de subida al Cerro de las Víboras. Desde el inicio, en un kilometro ascendimos unos 150 metros hasta alcanzar el Observatorio de las Lanchas de las Víboras, donde aprovechamos para hacer una parada, descansar, comer y beber mientras disfrutábamos de las preciosas vista sobre el Iruelas. El amarillo intenso de los robles destaca sobre el fondo verde del resto del arbolado del Iruelas y crean unos preciosos paisajes. La parada nos sirvió también para escudriñar el cielo y admirar el majestuoso vuelo de los buitres negros, algunos en vuelo bajo nos permitió adivinar su gran envergadura.
Repuestos, descansados y con nuestros ojos lleno de colores y magníficos vuelos de aves, hicimos el breve trayecto hasta la Fuente Mahudillo, en cuya explanada delantera desplegamos la bandera del club y fijamos la imagen del grupo de participantes, algunos muy jóvenes, pero con un extraordinario comportamiento y unos magníficos modales de próximos senderistas. ¡Cantera joven!
A partir de aquí la senda se ensancha y en suave descenso entre pinos, robles y arbustos nos llevó de nuevo hasta los vehículos. La tradicional parada en el bar más próximo después de cada ruta, también se consumó en esta ocasión y contentos, secos, la lluvia nos respetó todo el día y bastante descansados, la ruta no fue dura, volvimos a nuestras respectivas obligaciones, pero pensando en la próxima salida.